Estimada familia: Señora Gladys, Álvaro, Fernanda y Eduardo y a toda su familia extendida reciban de parte del Instituto de Historia, la casa de nuestro querido profesor, nuestras más sentidas condolencias por la triste partida de Eduardo Cavieres.
Cumplo con el penoso deber de despedir a Don Eduardo Cavieres Figueroa, a nombre del Instituto de Historia, de su comunidad, de su cuerpo académico, del personal administrativo y de los estudiantes que hoy reunidos aquí expresamos el profundo dolor que nos causa.
La mayor parte de quienes han hecho uso de la palabra en estas tribunas, han tenido por costumbre elogiar, así empieza el discurso fúnebre de Pericles, y es esto lo que se debe hacer en estas circunstancias elogiar a quien ha fallecido, porque de algún modo, elogiándolo, ha vencido a la muerte.
El fallecimiento de nuestro querido amigo y profesor ha conmovido nuestro espíritu profundamente y no podría ser de otra manera, pues Eduardo Cavieres fue un gran historiador y una persona muy querida, que nos deja el ejemplo de lo que puede una voluntad fuerte, un espíritu amplio y fraternal haber guiado a muchas personas por el sendero del bien y de la bondad.
El profesor Cavieres desaparece para nuestro país en los precisos momentos en que necesitamos de personas que, con su talla, dinamismo, decisión, personas con energía, convicción, dialogantes, férreos, capaz de dar y darse tiempo para disponer los sentidos ante otra persona. Nunca es un buen momento para que personas buenas nos dejen, y este país requiere personas como don Eduardo, simplemente buenas.
Como académico del Instituto de Historia supo inculcar hábilmente sus sabias enseñanzas, adquiridas en sus lecturas, sus estudios, sus cafés y, por cierto, alimentada y nutrida de sus viajes. En el ejercicio de su oficio de historiador y de profesor supo distinguirse siempre, consagrado a su noble y desinteresado sacerdocio, que no era otra cosa que el sentido más puro de investigar: investigar para ser compartido con todas y todos.
No me referiré en estos momentos a su biografía, ni a su magnifica obra, porque a la vista están y son patrimonio de todos, pero si quiero señalar que fue un gran profesor, un gran amigo, franco, sincero, a quien no podremos olvidar por muchos años.
La gran enseñanza que nos ha dejado Eduardo Cavieres y que la atesoraremos siempre, es creer profundamente en el valor de la historia y de sus enseñanzas, sostenemos que debemos construir conocimiento histórico para difundirlo y enseñarlo, creemos, porque él nos lo enseñó, en su vigencia, y porque creemos también en la enorme contribución que hace la historia y las humanidades al progreso de las personas. Es nuestro deber en esta hora conservar y seguir estudiando historia, porque en definitiva también se lo debemos a Eduardo Cavieres.
Querido Don Eduardo: lo vamos a echar de menos, sabremos siempre recordar su voz inconfundible, apreciar en la memoria su mirada sincera, y su entusiasmo que seguirá palpitando fuerte y bellamente para todos quienes, hemos abrazado los principios más queridos en defensa del ideal humanista. En esta hora suprema puede descansar tranquilo y en paz porque hizo mucho bien a sus estudiantes, al Instituto de Historia y a la Universidad.
Dr. Ricardo Iglesias Segura
Director del Instituto de Historia PUCV