Columna de Opinión de Mauricio Molina Ahumada, académico del Instituto de Historia de la PUCV.
“Ciertamente que ante la expectativa de un peligro semejante hay que evitar el extremo de cautela que lleva al pánico; pero no es menos preciso evitar el extremo opuesto, el de la confianza que lleva a la inacción. Cuando se trata de prevenir tamaños males, nunca están de más las precauciones, los consejos y los desembolsos. Cuando se cree que todavía no hay peligro, las precauciones son superfluas. Ese sistema es el que trae consigo la indiferencia cuando el enemigo está lejos, el anonadamiento cuando está encima”.
Las palabras no son de alguna autoridad actual, sino que pertenecen a Federico Puga, médico chileno que en 1886 planteó la complejidad de una epidemia y la importancia de la toma de decisiones en el momento adecuado para enfrentar la enfermedad, en ese caso de una epidemia de cólera. Qué actuales se vuelven estas palabras en el momento que estamos viviendo en Chile y el mundo con el avance de la pandemia de Covid-19.
La historia sirve porque permite comparar distinto momentos epidémicos y pandémicos. La historia de la humanidad ha visto gran cantidad de pandemias. Valga sólo señalar las más letales asociadas a enfermedades infectocontagiosas. La más peligrosa se calcula que fue la peste negra que entre 1347 y 1351 tuvo una mortandad de un 30% a 50% de la población europea, más de 200 millones de muertos.
Otro ejemplo es la viruela que en el siglo XVI dejó un saldo mayor de 50 millones de muertos y por último la llamada gripe española que a fines de la década de 1910 habría liquidado a más de 40 millones de personas. Son cifras impactantes, aun cuando los contextos sociales y epidemiológicos son distintos a los actuales, pero las medidas de prevención pueden ser interesantes para el contexto actual.
Muchas investigaciones actuales debaten sobre cuáles serían los escenarios de morbilidad y mortalidad de la pandemia de Covid-19. Las miradas más pesimistas indican que un 60% de la población mundial se vería infectada y la tasa de mortalidad sería entorno al 3%, la variación de los datos dependerá de las condiciones socioeconómicas de las regiones afectadas. Por ahora las estimaciones indican que morirán alrededor de 40 millones en todo el mundo, lo que sería muy semejante al efecto producido por la gripe española.
Por otra parte, la duración de la pandemia dependerá del momento de tener una vacuna efectiva. Se indica que más de 30 entidades se encuentran dedicadas al desarrollo de una vacuna para combatir este nuevo coronavirus. Sin embargo, aquellos más adelantados se encuentran en fase 1 con pequeños grupos de personas en estudio. La OMS ha indicado que en el mejor de los casos a mediados del 2021 se podría contar con una distribución masiva de una vacuna.
Por ello, y tal como ha sido en la historia de la salud, las medidas sanitarias han sido las primeras formas de enfrentar las enfermedades hasta que se cuente con los avances científicos para la lucha contra las enfermedades.
Hay un consenso general sobre la importancia del distanciamiento social y la cuarentena general. Es claro que la cuarentena general o por regiones vendrá tarde o temprano, por tanto, el debate es cuando es el mejor momento y ese parece que es ahora, basados en las investigaciones, los planteamientos del COLMED, sociedades médicas y universidades.
Es cierto que una cuarentena general o parcial tiene consecuencias para la economía, la sociedad y la salud mental, sin embargo, ya hay infectados, por lo tanto, se propone un cierre que mantenga los servicios productivos básicos, disminuyendo con ello la circulación de las personas y evitando la diseminación del virus. Esto debiese ser acompañado con medidas estatales que apoyen la población a través de transferencias financieras, bonos y apoyo al aparato productivo.
Por último, la urgencia en decretar medidas más extremas aparece como adecuada en la situación actual para poder aplanar la curva de infectados con la finalidad de minimizar la saturación del sistema de salud y con ello intentar salvar de la muerte a aquellos que pudieran estar en riesgo. Las decisiones que las personas y las autoridades tomen son claves ya que esta crisis sanitaria mundial definirá nuestra época. Las inadecuadas y tardías decisiones pueden tener consecuencias insospechadas.