Familiares y exalumnos recuerdan sus vivencias con uno de los fundadores del Instituto de Historia
6 de octubre 2022.- Este jueves se cumplen 25 años desde el fallecimiento de Héctor Herrera Cajas, quien fue profesor y director del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) desde 1955 – 1966 y 1983 – 1986.
Los aportes de Herrera al instituto y docente hacen que, hasta hoy, su trayectoria sea recordada tanto por quienes lo conocieron en vida, como quienes lo reconocen en la actualidad a través de sus legados académicos.
Al respecto, Ricardo Iglesias, director del Instituto de Historia PUCV, destaca que “la figura de don Héctor está vinculada, férreamente, a nuestra memoria como unidad académica. Ese vínculo está fundamentado en dos cuestiones: la identificación con la historia universal y con el valor de la palabra, pues a través de ellas se reconstruye el pasado y se escribe la Historia”.
“En este recuerdo por los 25 años desde su fallecimiento lo recordamos por nuestra irrenunciable vocación de seguir estudiando y difundiendo la historia por medio del recuerdo y la palabra”, agrega Iglesias.
En la misma línea, uno de los discípulos de Héctor Herrera es José Marín, doctor en Historia Medieval y actual profesor del Instituto de Historia, quien recuerda con mucho respeto y admiración la memoria de “don Héctor”, como le llamaba. Incluso, redactó un homenaje a su trayectoria, el cual se puede encontrar en su Medweb.
“Yo trabajé con don Héctor Herrera durante diez años. Hizo Medieval en el año 86, ahí lo conocí y en el 87 en adelante trabajé en la cátedra de Historia Medieval hasta el fallecimiento de él. Yo ya era profesor y él siempre me presentaba muy amable con el resto”, detalla Marín.
“Desde el punto de vista intelectual, don Héctor fue muy importante, pero desde la amistad él fue muy generoso. Fuimos muy amigos durante todo ese tiempo, fue una relación que va más allá de una cuestión estrictamente intelectual”, agrega.
Asimismo, cuando se le consulta a José Marín el cómo recuerda a Héctor Herrera cuando fue su alumno, describe que “era ese tipo de persona que no pasaba desapercibido” y menciona, a modo de anécdota, que una vez para un curso en donde Herrera dio la clase, se percató que estaba leyendo un libro en griego y traduciéndolo en el momento.
“Nos leía poesía, anotaba algunas palabras en el pizarrón e iba dando la clase. Uno veía seriedad, rigor, disciplina y una cultura amplísima. En definitiva, era un gran humanista. En clases era completamente entregado a su tarea académica. Amaba la vida universitaria y eso era lo que iba formando en sus discípulos, que en Chile somos muchos”, añade.
También, José Marín recuerda la mirada universalista de “don Héctor”, ya que impulsaba a sus alumnos a viajar y conocer la historia universal en distintos países, como China, India, Grecia, entre otros. Además, Marín rememora la forma en que Herrera representaba la dignidad del profesor: “El hacía ponerse de pie a los alumnos cuando entraba en la sala para saludar, pero él decía que no era porque fuera él, sino por lo que representaba, la cátedra universitaria”.
Por otro lado, Amelia Herrera Lavanchy, hija de Héctor Herrera y actual profesora de Historia en la Universidad de La Serena, compartió algunas vivencias y anécdotas de su padre en el ámbito académico y familiar.
“Recuerdo que, en esos tiempos, mi casa era como un anexo de la universidad. Eso pasaba cuando vivía en el pensionado de la universidad. Después, cuando se casó y se mudó a otra casa, también pasaba lo mismo, incluso antes que yo naciera y eso que soy la menor. Siempre había profesores, ayudantes y profesores invitados. Los almuerzos se trasladaban de la universidad a mi casa”, declara Amelia.
“Si bien desde mi casa tenía esa cercanía, estaba bien separado lo que era la vida familiar de yo como alumna. Hace 30 años atrás es distinto a actualidad, por ejemplo, cuando uno veía la presencia de un profesor en los pasillos o la relación que tienen los estudiantes con los profesores, pero con mi papá siempre se notaba cercanía y cierta afabilidad en el trato”, agrega Herrera Lavanchy.
Asimismo, da cuenta de cómo con los años el legado de Héctor Herrera sigue hasta hoy: “Yo tenía 21 años cuando falleció mi papá, es más de la mitad de mi vida que propiamente no está, pero es interesante la presencia que tiene en su ausencia. En el fondo, está la ausencia física de su vida, pero hay una presencia que se da en lo que dejó escrito y en lo que él hablaba”.
“Es lindo ver que, aunque no este o no exista un conocimiento directo en vida, sí permaneciera su presencia. Es algo notable que queda no solo a nivel familiar, sino en la familia extensa, que son los discípulos en la academia”, declara.
“De algún modo, me siento discípula de él como hija biológica, pero me siento más nieta en el sentido académico, porque, en el fondo, la formación que recibí en buena parte fue a través de mis profesores que fueron, a su vez, alumnos de él un par de generaciones antes que yo”, finaliza Amelia.
Nota redactada por Catalina Hormazábal Soto